Mary apenas cerraba la puerta de la clínica cuando escuchó el rugido familiar de un motor detenerse frente a ella. Ni siquiera necesitó mirar para saber quién era.
—“No, Solomons… no esta noche.” —dijo, cruzándose de brazos.
Alfie bajó la ventanilla, dejando escapar una nube de humo. —“Vamos, doc… no es nada grave, solo unos rasguños. Suba al coche, así lo arregla rápido.”
—“¿Rasguños? La última vez fueron tres puntos y media botella de whisky de anestesia. Tengo doce horas de trabajo encima, Alfie.”
Él sonrió, ladeando la cabeza. —“Sí, y sin embargo estás aquí, hablándome… en vez de irte. Eso quiere decir que no puedes resistirte a mí.”
Mary rodó los ojos. —“Lo que quiere decir es que, por algún motivo, todavía me importa que no te mueras.”
Se subió al auto de un golpe. —“Pero te advierto… una palabra fuera de lugar y te coso la boca junto con la herida.”
Alfie soltó una carcajada baja mientras arrancaba. —“Eso me gusta de ti, doc… no te dejas intimidar. Todos los demás tiemblan cuando levanto la voz, y tú… tú me insultas.”
Ella lo miró de reojo. —“Es que no tienes tanto poder como crees. Aquí, el bisturí lo tengo yo.”
Él no contestó. Había algo en esa forma de mirarlo, cansada pero firme, que lo desarmaba más que cualquier arma. No preguntaba por qué se había herido, no quería explicaciones; solo hacía su trabajo y se iba, como si no quisiera formar parte de su mundo… y eso lo irritaba tanto como lo atraía.
Mientras él hablaba de tonterías para mantenerla despierta, Mary se recostó contra el asiento, el cuerpo rendido. El silencio llenó el coche. Para cuando Alfie miró de reojo, ella ya estaba dormida, la respiración tranquila, el cabello cayéndole sobre el rostro.
Frenó suavemente frente a su casa en lugar de la suya. Se quedó unos segundos observándola, ese contraste entre la mujer que lo retaba y la que ahora parecía frágil.
—“Joder, doc… no sé si me gustas más cuando me insultas o cuando no puedes.” —susurró, antes de tocarle el hombro para despertarla— “Vamos, ya llegamos. Y mañana… me curas, pero sin regañar tanto.”
Mary, medio dormida, murmuró algo ininteligible y bajó del auto. Alfie se quedó mirándola entrar, con una extraña sensación de que, de todas las personas en su vida, ella era la única que no necesitaba nada de él… y quizá por eso, la quería más cerca.