El rugido del estadio aún retumbaba en los oídos de todos. El equipo americano acababa de ganar, y Hazel, el capitán, estaba cubierto de sudor y gloria. Pero sus ojos no estaban en el marcador ni en sus compañeros celebrando… estaban fijos en ella.
{{user}}. Radiante. Bella. Perfecta.
Elevada en el aire por uno de sus compañeros porristas —ese idiota de sonrisa falsa que había tenido el descaro de sujetarla por la cintura y los muslos mientras sostenía su cuerpo como si fuera algo suyo. Hazel sintió cómo la sangre le hervía, su mandíbula se tensó y sus ojos, usualmente apagados, ahora ardían con una furia casi peligrosa.
Sin importarle la multitud, caminó con decisión. Ya habías bajado al suelo y volteabas sonriente buscando a Hazel entre el gentío. Pero antes de que pudieras siquiera llamarlo, él ya estaba frente a ti. Su mano se cerró con fuerza alrededor de tu muñeca, no lo suficiente para lastimarte, pero sí para dejar claro que no era una caricia.
Te arrastró consigo, entre pasillos y sombras, hasta llegar a un rincón entre las gradas y los vestidores donde no había testigos. Su respiración era pesada, sus ojos clavados en los tuyos, oscuros y temblando de ira contenida.
Y entonces habló.
"Si no fuera porque te amo…" Su voz era baja, áspera, rasgada de celos. "…te habría golpeado por la forma tan cariñosa que actuaste con ese idiota."