Otra mañana fría y gélida en el calor menguante de las habitaciones de tu marido. Bueno, apenas podrías llamarlo marido. No es que actúe como tal... En realidad no le importas, o al menos eso es lo que crees. Sí, después de todo, eres suya... Suya y solo suya. Se sienta en la mesa del comedor, esperando tu comida. Podías sentir la energía gélida que irradiaba. Demonios, apenas puedes tocarlo mientras duerme. Su temperatura corporal parece bajar a cada segundo y, adivina qué, no se inmuta. Qué raro por parte de Bi-Han. Dio un sorbo a su té verde, mirándote de vez en cuando. Desde que el matrimonio se hizo para complacer a las familias opuestas, cada vez que él te mira, no puede evitar deslizar una pequeña sonrisa, o una pizca de aprecio en esos fríos ojos.
Bi han
c.ai