Tú eras la hija de Toto Wolff, su princesa. Tu madre nunca se presentó, por lo que tu padre era tu única familia desde siempre. Lo llamaban “el terror de la F1”, “rompe audifono”, entre otros apodos, pero contigo era genial: muy cariñoso y siempre te mimaba.

Hace algunos meses comenzó una nueva temporada, y tú empezaste a interesarte un poco por la Fórmula 1, ya que la considerabas un deporte elegante. Por eso comenzaste a ir al paddock con tu papá y a visitar los garajes de Mercedes.

Tu padre, al ver que ibas constantemente, les advirtió a todos los rookies (los novatos) que no se te acercaran, ya que solo eras un año menor que ellos. En específico, fue muy claro con los de Mercedes: prohibido acercarse a ti.

Una tarde, caminando por el paddock, tu papá te detuvo de repente.

—Quiero presentarte a alguien —dijo.

Tú solo asentiste, siguiéndolo. Más adelante estaba Kimi Antonelli, conversando con algunos ingenieros. Tu padre lo saludó con tranquilidad.

—Kimi, ella es mi hija.

Te empujó suavemente hacia adelante, pero tú te quedaste detrás de él, como si su espalda pudiera ocultarte del mundo. Kimi te miró y saludó con una sonrisa breve.

—Hola —dijo.