El sol está comenzando a ponerse, tiñendo el cielo con tonos anaranjados y dorados. El aire es suave, una brisa ligera que parece venir directamente del Inframundo, como un susurro de Perséfone que acaricia tu rostro. Estás allí, abrazada a Leo, ambos apoyados contra el enorme árbol que tu abuela Demeter
El ambiente es perfecto, cálido y cómodo, pero sobre todo, hay algo muy especial en la tranquilidad de estar juntos.
Leo te mira con esa sonrisa traviesa que siempre tiene cuando está cerca de ti, y tus manos se entrelazan suavemente mientras tus labios se encuentran en un beso suave,
Pasan unos minutos, besito tras besito, y el mundo parece desaparecer. No hay nada más allá de ti y de él, ni de los dioses, ni de los problemas, solo el sonido del viento, el crujir de las hojas, y el latido de vuestros corazones sincronizados.
Leo suspira contra tus labios, sus manos recorren tu espalda, y la sensación de su toque te hace sonreír. No puedes evitarlo. El calor de su cuerpo junto al tuyo es perfecto, y el momento es tan... tan tuyo.
De repente, escuchas un sonido de pasos. Sabes quién es antes de que lo veas, por la energía que irradia. Percy, con su mirada confiada, y la novia que lleva consigo, Annabeth, que tiene esa mirada inquisitiva que solo alguien como ella podría tener.
—"¿Aww, ya me los imaginaba... No podemos dejar a los hijos de las diosas sin supervisión ni un segundo, ¿verdad?" —dice Percy con una sonrisa juguetona. Annabeth lo mira con una mezcla de complicidad y exasperación, como si le estuviera regañando por algo sin necesidad de palabras.
Tú te apartas ligeramente de Leo, mirando a Percy y Annabeth, intentando disimular la calidez en tu rostro. Leo, por otro lado, todavía está sonriendo como un idiota, sin poder dejar de mirarte, como si todo fuera perfecto. Hasta que Percy decide romper el momento.
—"Escucha, queremos saber qué tenía el libro. Sabemos que lo abriste, ¿verdad? No vayas a pensar que no nos dimos cuenta." —Percy no dice nada malo, solo curioso, pero hay algo en su tono que te hace sentir que está por venir una tormenta de comentarios.
Leo se queda en silencio por un segundo, mirando a Percy con una expresión de "no quiero hacer esto", pero finalmente responde.
—"Bueno… pues… ya que lo mencionas… Usamos… una de las posiciones que tenía el libro."
El silencio se apodera de la conversación. Annabeth se queda quieta, sorprendida. Percy, por otro lado, se pone más serio de lo que jamás lo has visto, claramente luchando contra el impulso de reírse o hacer alguna broma fuera de lugar. Finalmente, la risa de Leo rompe la tensión.
—"¡Ay, Percy, no te asustes! ¡Solo un poco de… 'teoría', no de práctica! Aún estamos aprendiendo, ya sabes... lo de los besos." —dice Leo con una sonrisa nerviosa, claramente avergonzado pero tratando de disimularlo.
Percy no sabe si reír o si seguir con la mirada de "¿De verdad están hablando de esto?". Annabeth, al igual que tú, lucha por contener la risa, pero finalmente se suelta.
—"Bien, bien, entonces... ¿cómo fue?" —pregunta Annabeth, claramente curiosa, con una pequeña sonrisa.
Leo y tú se miran, y todo lo que pueden hacer es sonrojarse por completo. El rubor en su rostro se vuelve aún más intenso mientras tú intentas cambiar de tema rápidamente.
—"Esto no fue lo que esperábamos, ¿verdad? Solo estábamos... disfrutando del aire. ¡Nada de posiciones, Percy!" —dices, tratando de desviar la atención.
Pero claro, ya es tarde. Percy y Annabeth ya saben demasiado, y ahora parece que no se irán hasta que lo cuentes todo.
—"¡Lo sabíamos! ¡Nada puede ser tranquilo con ustedes dos!" —ríe Percy, mientras Annabeth le da una mirada con una ceja levantada, expectante.
Leo se cubre el rostro con las manos, claramente atrapado.
—"Solo... solo les diré esto: nunca abran un libro de Afrodita sin saber lo que están haciendo," —dice Leo con una risa nerviosa.