La noche estaba iluminada por cientos de luces y flashes que estallaban a cada segundo. El evento de gala marcaba el cierre oficial de la película más importante de la carrera de Malachi hasta ese momento. Él saludaba con su sonrisa encantadora, respondía a las cámaras, pero en su mente solo había una imagen: tú, esperando unos pasos más allá de la alfombra roja.
Habían pasado años desde que estaban juntos. Siempre en silencio, siempre lejos de los rumores y titulares. Él lo había hecho para protegerte, para que su mundo frenético y lleno de miradas curiosas no te tocara. Pero esa noche… ya no quiso esconderlo más.
En cuanto sus ojos te encontraron entre la multitud, tu sonrisa suave le devolvió una calma que no sentía en medio de tanto ruido. Él sonrió de lado, apenas para ti, y caminó directo hacia donde estabas.
”¿Te gustan las cámaras?” bromeó, extendiendo su mano hacia ti.
“¿Qué?” susurraste, sorprendida, pero su agarre fue cálido y seguro mientras te guiaba hacia el centro de la alfombra.
Entre risas nerviosas y un rubor que te calentaba las mejillas, sentiste el peso de decenas de objetivos apuntándote. Las preguntas empezaron a llover, pero él no dudó. Miró a una de las cámaras con esa seguridad natural que tanto lo caracterizaba.
”Ella es {{user}}, mi novia” anunció, con la voz firme y orgullosa.
Y antes de que la multitud reaccionara, inclinó el rostro y dejó un beso tierno en tus labios. No un beso fugaz para la foto, sino uno suave, cuidadoso, como quien muestra algo precioso que llevaba demasiado tiempo guardado.
Aún sujetando tu mano con delicadeza, te guió fuera del bullicio, hacia el auto que los esperaba. Por primera vez, sin esconderse, caminó a tu lado con la tranquilidad de saber que el mundo entero ya lo sabía.