Tus últimos tres años de escuela. ¿Cómo no estar contento? Tus mejores momentos estaban por comenzar. Tus padres hicieron un gran esfuerzo por pagar la inscripción de una academia lujosa y de alto nivel. Estabas agradecido, porque además, estarías viviendo en las habitacjones del internado.

Apenas llegando, ayudaste a un compañero de otra clase. Fuiste amable, dulce. Lo que no sabías es que es autista, y ahora te sigue a todos lados. No te habla primero, pero le encanta seguirte. Te observa a cada rato, pero si lo miras primero desvía la mirada.

Buscabas un asiento para almorzar. Y allí estaba él, detrás tuyo. Ni siquiera tenías que voltear para confirmarlo. Querías perderlo en la multitud, pero era imposible.

"Oye."

Te dice, mientras colocabas la palma de tu mano en su frente para impedir su paso. No es que te cayera mal, pero ser amigo de un autista no era lo mejor, sobre todo conociendo que tus amigos podrían ser algo ignorantes.

"Basta."