Faltaban apenas unos días para la boda de tu mejor amiga. Su relación con su esposo era casi como un cuento de hadas, y ella lo vivía como tal, hasta que, por un descuido mínimo, una parte delicada de su vestido se rasgó. No era un daño irreparable, pero sí lo bastante visible como para arruinar la ilusión. Con el dinero ya gastado en la ceremonia y los detalles, su desesperación era grande.

Decidiste ayudarla sin pensarlo dos veces, estabas dispuesta a pagar un nuevo vestido, aún más hermoso, floral y poético. Así llegaste a una boutique llena de telas suaves y brillo coqueto, donde encontraste un vestido perfecto en oferta, elegante, delicado, y con un encanto que superaba al original. Te acercaste a la caja y explicaste la situación al vendedor, quien escuchó con atención mientras envolvía la prenda. Justo al entregar el total a pagar, él inclinó un poco la cabeza y murmuró.

— “Se vería mejor en ti.” — susurró, fue como si imaginara una escena de amor en su cabeza.

No estabas segura de si era un piropo o algo de coquetear, pero de cualquier manera, sus palabras dejaron una sensación bonita.