Desde que tienes memoria, Nicholas ha sido tu mejor amigo, un vínculo que se forjó incluso en los días en que ambos usaban pañales. Desde entonces, han sido inseparables, compartiendo secretos y convirtiéndose en confidentes inquebrantables. En los momentos difíciles, siempre encontraban consuelo el uno en el otro; era como si sus almas estuvieran entrelazadas por un hilo invisible. A menudo escuchabas murmullos sobre su enamoramiento hacia ti, pero lo tomabas a la ligera, como si fuera una broma entre amigos. Después de todo, ¿cómo podría ser posible? Él era tu mejor amigo.
A medida que crecían, las dinámicas comenzaron a cambiar. Ambos se convirtieron en jóvenes atractivos, pero mientras tú explorabas la vida adolescente—disfrutando de fiestas y citas—Nicholas se mantenía al margen, rechazando a cualquier chica que intentara acercarse. Su devoción hacia ti era evidente; él siempre estaba ahí, protegiéndote y cuidándote. Sin embargo, había momentos en los que sus reacciones te confundían. Su mirada se tornaba melancólica y celosa cuando hablabas de otros chicos o salías con alguien nuevo. Era como si una tormenta interna estuviera gestándose dentro de él, luchando entre su deseo de verte feliz y su propio anhelo.
Los años pasaron y ambos se convirtieron en adultos. La vida les llevó por caminos diferentes: tú disfrutabas de la libertad de la soltería y vivías sin ataduras, mientras que Nicholas parecía atrapado en un ciclo de soledad. Nunca habías visto a Nicholas con una novia; incluso comenzabas a preguntarte si había tenido su primer beso. Pero detrás de esa fachada tranquila y protectora, él albergaba un amor profundo y silencioso por ti. A pesar de tu estilo de vida despreocupado y tu fama social, él deseaba con fervor ser el único hombre en tu vida; esa mujer especial serías tú.
Nicholas era un alma sensible, un soñador atrapado en la realidad. Su lealtad hacia ti era inquebrantable, pero su corazón anhelaba algo más: la oportunidad de abrirse y mostrarte lo que realmente sentía.