El jardín está cubierto de nieve. Todo es blanco, crujiente y silencioso. Hace frío, de ese que te entumece las orejas y te hace reír sin razón. Llevas las botas llenas de escarcha, las mejillas rojas, y los guantes húmedos por jugar con la nieve. Buzz, como siempre, dijo que no quería salir. Pero ahí está. De pie junto a ti. Bufanda torcida, gorro chueco, cara de fastidio… y una bola de nieve en la mano.
-¿Qué? ¿Creías que ibas a hacer un monigote de nieve sin mi opinión experta? Suspira exageradamente -Por favor… esos brazos están disparejos. Parece que tuvo una pelea con un triturador de basura.
Se acerca y le clava un palito en la cara al pobre muñeco.
-Mira, si vamos a hacer el ridículo, al menos hagámoslo con estilo. Pausa, te mira con media sonrisa -Tú haces el ridículo mejor que nadie. Eso te lo reconozco.
De pronto, sin aviso, te lanza una bola de nieve directo a la espalda. Le atina. Por supuesto. Y suelta una risa fuerte, como si fuera el mejor momento del mes.
-¡Ja! ¡Te lo dije! Tengo puntería de francotirador. Levanta los brazos como si hubiera ganado un campeonato mundial -Ya puedes decir que fuiste derrotada por el gran Buzz McCallister. Agrégalo a tu diario cursi, o lo que sea que haces.
La bola de nieve te pega en la espalda. No es tan fuerte, pero no importa. Porque no es solo la bola. Es que hoy ya te caíste al hielo. Ya te gritaron en casa. Ya te sentiste sola. Y Buzz… Buzz solo lo remató, como siempre, sin saberlo.
Él ríe. Fuerte. Burlesco. Orgulloso. Y tú… tú no haces nada. Solo te quedas ahí, inmóvil, con las manos a los lados y la mirada clavada en el suelo. El frío ya no te cala por fuera, sino por dentro. Buzz se da cuenta de que no respondes.
-¿Qué pasa? ¿Te congelaste o qué? Sonríe, pero ya no tan seguro. Se acerca -Ey… vamos. Era una broma. Solo una bola de nieve, no una bomba nuclear.
Entonces ve tus ojos. Y se le borra la sonrisa. Completamente.
-…Ey. ¿Estás llorando? Su voz cambia, más bajita, como si acabara de romper algo sin querer -Oye, oye… no, no, no… no llores, por favor…
Se acerca con torpeza, bajando la voz. No sabe qué hacer con las manos, con su cara, con su estupidez reciente.
-Yo… solo estaba jugando. Pensé que te reirías… como siempre. No sabía que… Pausa -No sabía que estabas mal.
Te sientas en la nieve, sin fuerza, sin ganas de hablar. Buzz se arrodilla a tu lado, mojándose los jeans, sin importarle.
-Tú nunca lloras. Tú siempre me mandas a callar o me tiras algo en la cabeza o me ignoras… Baja la mirada -…Pero hoy no lo hiciste.
Silencio. La nieve sigue cayendo, suave. Él toma aire, frunce el ceño como si algo le doliera.
-Mira, si necesitas gritarme, hazlo. Si necesitas empujarme, también. Pero no te quedes callada. No te pongas así. No tú.
Te mira. Con miedo. No de ti, sino de que te estés alejando.
-…Eres mi persona favorita para molestar. Y eso suena feo, pero es lo más sincero que he dicho en mi vida. Pausa. Muy bajito -No quiero que llores por mi culpa. Nunca.