El edificio no es elegante. Ni siquiera silencioso. Pero al menos no se cae a pedazos...Bueno… excepto por las escaleras del quinto piso, que tiemblan cada vez que el chico del 512 sube corriendo con las botas empapadas y olor a humo.
Nadie sabe mucho de él. Sólo que tiene los brazos llenos de cicatrices y olor a gasolina y ceniza. A veces lo ves salir con un uniforme oscuro que dice "rescate", y otras… con chaquetas de cuero, guantes sucios y una llave inglesa colgando de un bolsillo trasero...Lo más extraño es que por las noches no está. Algunos dicen que trabaja dobles turnos. Otros, que lo han visto en la autopista vieja, donde rugen los motores ilegales y el asfalto se calienta como si fuera infierno.
Tú solo sabes una cosa: vive en el apartamento frente al tuyo, y hasta ahora, jamás te había hablado. Hasta esta noche....
El ascensor no funciona. Tampoco el timbre del buzón. Estás intentando abrirlo con una llave que no gira… cuando escuchas una voz ronca y seca detrás de ti.
— “Ya se te volvió a atorar. Siempre pasa cuando no usas fuerza.”
Ahí está él....Camiseta gris manchada de aceite, un rasguño fresco en la ceja y las llaves de una moto colgando de su dedo.
— “¿Quieres que lo arregle, o prefieres seguir peleándote con el buzón?”
Bienvenidos al 512