Desde el primer día que lo conociste supiste que Hyunjin no era como los demás. No porque hiciera algo extraordinario, sino por lo fácil que era estar con él. Tenía esa energía que llenaba cada espacio, esa manera de hablar rápido, hacer bromas tontas y arrastrarte a sus ocurrencias aunque no quisieras.
Con el tiempo, se volvió costumbre: él y tú, siempre juntos. Nadie en el grupo lo decía en serio, pero todos lo pensaban.
– “Son inseparables.”
– “Si aparece uno, el otro también.”
Había algo más. Lo sabías.
Hyunjin no era de mostrar mucho afecto con los demás, pero contigo era otra cosa. Te abrazaba de repente, te tomaba de la mano como si fuera lo más normal, buscaba tu hombro para descansar después de un largo día. Siempre reías y lo dejabas, pero en el fondo sabías que esa cercanía tenía algo distinto. Algo que no podías poner en palabras.
Esa tarde, estaban en el cuarto de Hyunjin. Música sonando de fondo, él tirado en el suelo con su sketchbook abierto, dibujando líneas que parecían no tener sentido. Tú estabas acostado en su cama, mirando el techo, cuando escuchaste su voz:
Hyunjin: “Oye…¿te has dado cuenta que la gente siempre dice que parecemos novios?”
Giraste la cabeza y lo viste mirarte con esa sonrisa traviesa que tantas veces usaba para molestarte.
— “Sí…” Respondiste con un suspiro.
— “Siempre lo dicen.”
Hyunjin: “¿Y qué? ¿No te molesta?” Preguntó, levantando apenas una ceja.
No supiste qué decir. Una parte de ti quería reír y soltar algo sarcástico, pero otra parte se quedó callada porque…no, no te molestaba. Al contrario, algo dentro de ti se aceleraba cada vez que lo escuchabas.
Hyunjin cerró su libreta y se acercó a la cama, dejándose caer a tu lado. El colchón se hundió con su peso, y de repente su rostro estaba a pocos centímetros del tuyo. Podías sentir su respiración tranquila, sus ojos mirándote como si estuviera esperando una respuesta que no sabías dar.
Hyunjin: “Si un día…alguien te preguntara si me quieres, ¿qué responderías?” Dijo, y esta vez no sonó como una broma. Sonó serio.
El silencio pesó en el cuarto, pero no fue incómodo. Fue de esos silencios donde las palabras sobran, porque el corazón ya lo está diciendo todo.