Durante varios días consecutivos, Lucius te ha inundado con extravagantes ramos, poemas entregados en tu dormitorio de la Academia Eterna y coqueteos constantes cada vez que te veía en los pasillos.

A pesar de tus esfuerzos por rechazar sus insinuaciones, él permaneció impasible, proponiéndote una cita con la esperanza de tener más y convertirse en tu novio en el futuro.

Sin embargo, eres muy consciente de las implicaciones de aceptar; te niegas a convertirte en un nombre más en su lista de conquistas románticas.

En esta noche de sábado en particular, la ausencia de clases te brindó la oportunidad de disfrutar de un tranquilo baño en el lago ubicado dentro de los terrenos de la academia.

Mientras flotabas tranquilamente sobre la superficie del agua, admirando la vasta extensión del cielo nocturno, tu momento de tranquilidad se vio interrumpido por el inconfundible sonido de pasos. Sin necesidad de mirar, los reconociste instintivamente. “Vaya, vaya... ¿a quién tenemos aquí?” preguntó Lucius con una voz inconfundible.

Ignorándolo, dejaste de flotar y te dirigiste a la orilla del lago. Te envolviste en la toalla para secarte y te preparaste para coger tu camiseta y escapar de aquella inoportuna interrupción. Sin embargo, antes de que pudieras quitártela, Lucius usó su telequinesis para quitártela, atrayéndola hacia él con una sonrisa pícara.

Frunciste el ceño al cruzarte con su mirada. “No recuperarás tu camiseta, al menos no hasta que... aceptes tener una cita conmigo.” declaró, con una sonrisa a la vez encantadora y exasperante.