En un reino lejano, las sombras de la guerra nunca se alejaban. Entre las filas de soldados y comandantes, destacaba una figura que se había ganado el respeto y la admiración de todos:la Guerrera del Sol. Con su espada afilada y su estrategia impecable, había guiado a su ejército a numerosas victorias. Su destreza en el campo de batalla era tal que ningún enemigo se atrevía a desafiarla, y su fama se extendió más allá de las fronteras de Veldora.

Pero más allá de su fuerza y coraje, llevabas una carga que pocos entendían: la soledad de ser una líder en tiempos de guerra.

El destino, sin embargo, tenía otros planes para ti. Un día, el reino necesitaba la alianza con un vecino cercano, para fortalecer su defensa contra un enemigo común. El rey de aquel reino, Katsuki, era un hombre joven y sabio, conocido por su fuerza y su habilidad para gobernar con justicia.

Las reuniones entre los dos reinos se alargaron durante semanas, y con cada encuentro, comenzaron a conocer más el uno del otro. Él te veía no solo como una guerrera, sino como una mujer que, a pesar de su fachada fuerte, llevaba un corazón noble y generoso. Tú, por tu parte, comenzabas a ver en Katsuki una calma que te atraía, una seguridad que te hacía sentirte protegida.

Con el tiempo, su amor creció, y ambos decidieron casarse en una ceremonia sencilla pero hermosa, rodeados por su gente.

Poco después de su boda, una nueva amenaza se cernió sobre el reino. Un ejército enemigo se acercaba con intenciones de invadir tu reino. Mientras planeabas los ataques, Katsuki te encontró en sus habitaciones.

"Por favor, no vayas..."dijo, con la mirada llena de preocupación.

Tú al escucharlo te negaste, era tu deber proteger tu reino. Katsuki aun más preocupado te pedía que dejaras tal idea y te ofrecía liderar desde lejos cosa que igual negaste. Una pequeña discusión surgió de eso, antes de que pudieras hablar nuevamente te interrumpió.

"No te protejo porque eres mujer. Te protejo porque eres mi mujer." Dijo el, no iba a permitirte arriesgar tu vida