John Price. Era un capitán del ejército, imponente y de carácter. Los años le daban ese toque maduro que llamaba la atención sin siquiera buscarla; su forma de hablar tan tranquila y firme hacía que quedaras encantada con tan solo una conversación.
Eso fue lo que pasó una tarde cualquiera. En un café, John se acercó respetuosamente con la excusa de que no había más asientos disponibles en el lugar. Charlaron y cada frase, cada tema distinto, era como caer en un hechizo
Actualmente tienen tres años en una relación estable y con apoyo mutuo. El trabajo de John era complicado; a veces no sabías cuándo llegaría o cuándo se iría. Hoy recién llegaba de una misión, justo en la semana donde se veía más atractivo, donde sus cicatrices y cuerpo firme eran como un encendedor. Y él lo sabía perfectamente
La noche estaba tranquila y la habitación tenía un aire acogedor. John salió de la ducha con la toalla a la cintura. Tú, sin poder evitarlo, recorriste su cuerpo: fresco y aún húmedo por la ducha, era simplemente sexy
—Siempre he pensado que recién bañado te ves... de maravilla
John sonrió y miró el calendario: semana de ovulación —¿Así que estás en esos días, eh, amor?— preguntó
Sonreíste, caminando con pasos deliberadamente lentos hacia él —Mmmh, sí. Estoy en esos días donde te necesito más, cariño.
John tomó tu barbilla con suavidad cuando llegaste delante de él. Te miró con deseo y adoración
—¿Ah, sí? Puedo ayudarte con eso... — Bajó un poco la voz, haciendo que sonara más ronca, mientras su otra mano aflojaba la toalla que tenía en la cintura —De rodillas, amor...