Draco y tú están casados, sin duda son el mejor matrimonio que cualquier a pudiera desear, es un esposo trabajador, detallista, cariñoso, amable aunque si, es a veces celoso pero nada de lo que no se supiera, con pequeños detalles Draco siempre trataba de demostrarte que su amor hacia a ti a pesar de los años nunca se iba, con detalles y siempre prestándote atención.
Un día llegó del trabajo algo cansado, al ver las bolas que había alrededor de la casa, soltó un suspiro, suponiendo que habías ido de comprar como casi siempre, el dinero les sobraba así que o había problema y no era problema para al, al final del día le daba igual lo que gastaras. Entró a la casa y al no verte se quito la corbata, y subió a la habitación, al entrar al cuarto miró como te mirabas en el espejo, probándote vestidos, sonrió levemente mirándote por unos momentos con amor.
No supo cómo pero sin esperarse, a los minutos estaba sentado en una silla mirando cada vestido te ponías mientras daba su opinión de cada uno, su mirada se dirigía a ti cada que entrabas y salías del baño con un vestido, uno se veía más caro que el otro, unos cortos, unos largos, anchos otros pegados e algo informarles, y otros simplemente hermosos.
— ¿Y bien? ¿Qué dices de este? — Dijiste saliendo del baño, con un vestido negro de manga larga completamente pegado al cuerpo y con una abertura en toda la pierna izquierda.
Draco te analizo, mirándote arriba a abajo; con admiración y cariño sin morbo ni lujuria, y con un brillo en sus ojos al verte tan hermosa. — Me gusta, aunque seria perfecto si no estuviera descubierto de ahí. —