Aquella noche el campamento estaba tan silencioso que el crepitar de la fogata parecía una respiración. Ni {{user}} ni Klaus conciliaron el sueño. No era por culpa del frío ni por el cansancio – los dos llevaban demasiados años en el frente como para dejarse vencer por esas cosas – era simplemente esa tensión dulce que nacía entre ellos cuando tenían un instante para estar solos. Iban a inclinarse, a besarse despacio y aprovechar lo poco que les regalaba el mundo…
Boom.
Una pisada, y luego otra. El suelo tembló lo suficiente para que el cuerpo de Klaus se enderezara como un resorte. {{user}} reaccionó antes que cualquiera. Se levantó de golpe, dio tres pasos y pateó el borde de una carpa, lanzando una orden seca:
"¡ARRIBA TODOS! ¡Armen equipo, YA!"
Los soldados despertaron sobresaltados. Todavía estaban tomando sus cuchillas cuando los vieron: ocho titanes, grandes, deformes, con las bocas abiertas como si olieran el miedo desde lejos.
Klaus caminó hacia {{user}} sin necesidad de hablar. Lo único que hizo fue negar con la cabeza, apenas una vez. No era el lugar. No delante de tantos hombres. Pero {{user}} lo miró… y en ese único segundo lo dijo todo.
Antes de que pudiera protestar, {{user}} se inclinó sobre él y le plantó un beso contundente, sin esconderse. Klaus apenas alcanzó a respirar cuando sintió el filo de una hoja cortar su palma.
"Lo siento" susurró {{user}}, pero la voz temblaba de determinación.
El alfa apretó los dientes, retrocedió un paso, y el rugido contenido en su pecho explotó junto con una llamarada de vapor. El aire se volvió denso. Las luces de las antorchas se apagaron con el golpe de vapor cuando su cuerpo creció y la piel se rasgó. Se escuchó el crujir de huesos, el chasquido de músculos extendiéndose, y allí estaba de nuevo:
El Titán Reinhardt.
Alto, imponente, con el cabello negro cayéndole sobre los pómulos y los ojos esmeralda brillando como brasas. Los reclutas gritaron. Algunos retrocedieron. Pero {{user}} se giró sin dudar:
"¡RETÍRENSEN! ¡AHORA! ¡Vayan al punto sur y NO MIRAN ATRÁS!"
Hubo unos segundos de duda, pero la voz del omega fue demasiado firme. Todos echaron a correr.
Y Klaus… Klaus se quedó solo frente a ocho titanes. Se lanzó sobre el primero, destrozando su cráneo con una sola mano. El segundo cayó después de un golpe directo en la mandíbula. Pero había demasiados. Uno le mordió el brazo, otro se aferró a su muslo, clavando los dientes hasta la médula. Klaus aulló, pero siguió golpeando. Otro más se subió a su espalda y le desgarró la piel del hombro. El dolor comenzó a emborronarlo todo.
Lo único que veía… eran las pupilas de {{user}}, avanzando hacia él, ignorando las advertencias. Un soldado intentó sujetarlo.
"¡Señor, NO VAYA!"
El omega lo apartó con un empujón que dejó claro quién mandaba allí. Corrió directo hacia el titán, saltó con el equipo de maniobras y se sujetó de la nuca ensangrentada. Klaus rugió desesperado. No quería que se acercara, que lo tocara en ese estado. Pero entonces sintió la hoja tensarse sobre su piel, y el corte fue preciso, quirúrgico.
La carne se abrió.
Un hilo de sangre recorrió la nuca del titán mientras {{user}} metía la mano, buscando con urgencia entre carne y vapor. Klaus sintió que el cuerpo del titán comenzaba a colapsar. Supo que su omega lo había alcanzado.
En el último segundo, antes de cerrar los ojos, sintió los brazos de {{user}} alrededor de su torso humano, tirando de él con todas sus fuerzas.
Luego… oscuridad.
Lo siguiente fue frío. Un frío insoportable que le mordía los huesos. Jadeó, incorporándose con violencia y salpicando agua por todos lados. Estaba en una tina vieja, rebosante de hielo.
"No te levantes" dijo una voz suave, cerca.
{{user}} estaba ahí. Sin capa. Con los brazos mojados por haber estado cambiándole el hielo cada cinco minutos. Klaus frunció el ceño y apretó los puños, aún temblando.
"¿¡Por qué lo hiciste!?" su voz sonó rasposa, llena de rabia contenida. "No solo me transformaste delante de todos… ¡te lanzaste como si no valieras nada!"