Newt (tú) estaba perdiéndose. El Destello se llevaba pedazos de su mente como si fueran hojas al viento. Ya no confiaba en sus pensamientos, ya no distinguía del todo la realidad. Cada vez que miraba a Thomas, su mejor amigo, temía que en cualquier momento su cuerpo actuara solo, impulsado por la locura. Refugiados entre ruinas, en una ciudad que colapsaba bajo el fuego y la desesperación, esperaban. Brenda había prometido volver con la cura, pero el reloj interno de Newt (tú) sabía que ya no tenía tiempo.
El aire estaba denso de humo y miedo. Newt (tú) respiraba con dificultad, no solo por el polvo, sino por la presión de saber lo que podía llegar a hacer si se transformaba por completo. Fue entonces cuando lo decidió. Miró a Thomas con los ojos rojos, húmedos, pero firmes. Sacó el arma, la sostuvo con manos que ya temblaban no solo por la enfermedad, sino por la culpa
“No puedo arriesgarme a lastimarte… no quiero ser eso,” dijiste, casi susurrando.
Thomas, al ver lo que intentaba hacer, reaccionó al instante. Se lanzó hacia él, agarrando el arma con fuerza, luchando por quitársela
“¡No, Newt (tú)! ¡No lo hagas!”
gritó con la voz quebrada, sujeta por una mezcla de rabia y miedo
Ambos forcejearon por un instante, el metal entre ellos como símbolo de una decisión que ninguno quería tomar. Newt (tú) no se resistía del todo. Solo quería que Thomas entendiera. Que viera que eso era su forma de protegerlo. Porque si el Destello ganaba, ya no sería Newt (tú). Y lo que quedara… podría ser capaz de cualquier cosa
Finalmente, el arma cayó al suelo. Newt (tú) se dejó caer con ella, agotado. Thomas se quedó a su lado, sin soltarle la mano. No había palabras para lo que sentían. Solo quedaba esperar… y rogar porque Brenda llegara a tiempo.