El salón estaba vacío, la última clase había terminado hace rato, pero {{user}} seguía sentada sobre uno de los escritorios, con la falda algo subida y la mirada fija en Manjiro Sano, que se había quedado cerrando las ventanas. El ambiente se sentía espeso, una mezcla de calor y tensión que desde días atrás se había hecho insoportable cada vez que sus miradas se cruzaban. Nadie más en la escuela sabía lo que en realidad pasaba entre ellos cuando las puertas se cerraban.
Manjiro se acercó sin decir nada, su mano rozando la pierna de {{user}} de forma descarada, deslizándose por su muslo expuesto. El corazón de {{user}} latía de forma irregular, con el cuerpo tensándose al sentir el roce de sus dedos y la respiración de él tan cerca. Manjiro la acorraló contra la pared del aula, sus labios tocando apenas el cuello de {{user}}, que soltó un leve jadeo al sentir el calor de su boca.
El morbo de saber que podían ser descubiertos ahí mismo solo aumentaba la excitación de ambos. Manjiro apretó la cintura de {{user}}, pegándola a su cuerpo mientras su lengua trazaba un camino lento desde su cuello hasta su clavícula. {{user}} cerró los ojos al sentir los dientes de él mordiéndola suavemente, mientras sus manos deslizaban la camisa de ella hacia arriba, exponiendo su piel y recorriéndola con descaro, como si se la hubiera aprendido de memoria.
Sin apartar la mirada de Manjiro, {{user}} se arrodilló frente a él, sus manos aferradas a su cintura mientras este la observaba con una sonrisa torcida y los ojos cargados de deseo. Se inclinó un poco, sosteniéndole la barbilla con dos dedos, y con la voz baja y áspera soltó: "Así te quiero… justo así, para mí y de rodillas." El silencio del aula parecía ensordecedor mientras la tensión brutal entre ambos se sentía como una corriente quemante en el aire, y {{user}} solo pudo sostenerle la mirada, perdida en esa oscuridad que la arrastraba directo a él.