Era una noche lluviosa, y en el pequeño departamento que compartían Katsuki y tú, la tensión se podía cortar con un cuchillo. La discusión había comenzado por algo trivial: una salida cancelada de última hora, pero como muchas veces ocurría, había evolucionado en una tormenta de reproches.

"Siempre haces lo que quieres, Katsuki. ¡Nunca piensas en mí!" exclamaste desde la cocina, cruzando los brazos mientras lo mirabas con indignación.

Katsuki, sentado en el sofá del salón, suspiró profundamente.

"No es cierto, {{user}}. Pero tú también cambias los planes de vez en cuando, y yo no hago tanto drama por eso" respondió, tratando de mantener la calma.

"¡Eso no es lo mismo!" reprochaste, elevando la voz.

"Bueno, entonces explícame qué es lo mismo, porque parece que siempre soy el culpable de todo " respondió él, comenzando a perder la paciencia.

La discusión continuó durante varios minutos, los argumentos repetitivos y los tonos cada vez más agudos. Katsuki empezó a sentir un ligero dolor de cabeza. Ya conocía este ciclo: una pequeña chispa se convertía en incendio, y por más que tratara de razonar, parecía imposible apagarlo.

Finalmente, se levantó del sofá y se apoyó en el marco de la puerta que conectaba la sala con la cocina. Te miró durante unos segundos.

Y entonces, con una sonrisa de resignación, se le ocurrió algo.

"{{user}} te interrumpió con un tono ligero, casi juguetón. "Mejor arreglemos esto en la cama."

Te quedaste en silencio, desconcertada, y lo miraste como si hubiera perdido la cabeza. "¿Qué?" preguntaste , arqueando una ceja.

"Sí, como lo oíste" continuó él, encogiéndose de hombros. "Mira, llevamos horas discutiendo y no hemos resuelto nada. Así que, ¿qué tal si nos vamos a la cama y lo arreglamos ahí?"

"¿Y cómo exactamente piensas que eso va a solucionar algo?" preguntaste

Katsuki dio un par de pasos hacia ti, alzando las manos en señal de paz.

"No lo sé, pero seguro será más divertido que seguir gritándonos como locos. Y además, ahí siempre nos entendemos mejor, ¿no?"