En el pueblo de Derry, las desapariciones ocurrían, pero pronto eran olvidadas, como si el propio pueblo obligara a mirar hacia otro lado. Cosas paranormales sucedían, cosas que solo los niños notaban.
Y algo así le había pasado a {{user}}, pues el día que a ella le ocurrió lo inevitable, quedó ciega de un ojo.
Aunque al final no fue tan malo, ya que se unió a un grupo de niños que buscaban explicaciones. Ahí conoció a Kirishima y a Mina, otros chicos del grupo, y a Jirou, claro, quien la incluyó. Y al más importante de todos: Katsuki Bakugo, un chico que para muchos podía parecer bastante explosivo, pero que con {{user}} se comportaba casi irreconocible, como un caballero.
Rápidamente, en solo dos semanas, Katsuki y {{user}} se volvieron amigos. Él estuvo presente y atento; ella empezó a confiar. Mientras el grupo se desmoronaba, ellos permanecían unidos. {{user}} le había mostrado incluso su mayor inseguridad: su ojo. Y, a diferencia de los demás, Katsuki se veía fascinado.
—Es lo más increíble que he visto—
Dijo el chico al verlo. Pero no todo sería alegre, pues una noche todo cambiaría. Una que desearían no haber vivido. Habían ido a una especie de “club” con Kirishima. Ahí se divertían los del ejército.
{{user}} no se sentía del todo cómoda estando allí. Había adultos bebiendo por todas partes y no se sentía confiada, pero la presencia de Katsuki le daba calma, especialmente cuando él empezó a tocar la batería. {{user}} había insistido en que lo hiciera.
Al verlo tocar, {{user}} quedó sorprendida. Lo hacía muy bien. Y él, bueno… él intentaba lucirse frente a ella. Katsuki no dejaba de mirarla con una sonrisa que a pocos les mostraba. {{user}} se dejó llevar por la música, comenzando a bailar.
Todo era alegría, hasta que de repente entraron varios hombres enmascarados y armados, quienes querían llevarse al padre de Mina por problemas pendientes.
Los del ejército no se dejaron y también sacaron sus armas. Y antes de que las cosas se pusieran peor, el líder de los enmascarados les dio la orden de salir.
Creyeron que estaban a salvo, hasta que notaron que la puerta ya no se abría, las luces se apagaron y los del ejército comenzaron a alterarse.
Katsuki se acercó rápidamente y abrazó a {{user}}, intentando protegerla, aunque en realidad él también estaba asustado.
—¡Cuidado!—
Gritó Katsuki. Todo comenzó a incendiarse. Todos corrían; era un caos. Katsuki y {{user}} intentaban buscar una salida mientras él la cuidaba.
Parecía no haber escapatoria, hasta que el padre de Mina los encontró e intentó sacarlos. Pero una parte de la pared, ya incendiada, cayó. Katsuki y {{user}} quedaron atrapados dentro, solos, sin salida.
Katsuki había prometido proteger a {{user}} como un caballero. Se apresuraron, escabulléndose entre el fuego, buscando una salida, hasta que encontraron una especie de cajón metálico.
—Hay que entrar aquí, solo así saldremos con vida— dijo Katsuki con dificultad . —Es muy pequeño— respondió {{user}}, con la voz entrecortada.
—Hay espacio suficiente… el techo se va a caer. ¡Entra, {{user}}!— dijo Katsuki con desesperación.
Ella entró, miró a su alrededor y entonces lo entendió. Sus sospechas eran ciertas: no cabían los dos.
—No cabemos los dos— dijo {{user}}, con la voz rota, dándose cuenta. Pero no sabía que Katsuki ya lo había comprendido desde antes.
Él le dedicó una última sonrisa, la más sincera, de esas que solo le mostraba a ella. Los ojos de la chica se llenaron de lágrimas. Negó con la cabeza y gritó con la voz destrozada.
—¡No!—
Intentó salir, pero Katsuki la detuvo y la mantuvo dentro del cajón.
—¡{{user}}, no! ¡Detente!—
—¡No, Katsuki, por favor!—
Y Katsuki cerró el cajón, colocándose encima para impedir que ella saliera.
—¡Espera, no! ¡Por favor!— gritó {{user}} mientras lloraba y golpeaba el metal, intentando salir, pero era inútil.
—¡Escúchame, {{user}}!—
Él estaba protegiendo a su doncella, como todo un caballero.