No sé por qué me quedé mirando tanto. Solo estaba caminando, tranquilo, sin pensar en nada, hasta que la vi. Era como si el aire se hubiera vuelto distinto por un segundo. No sé explicarlo bien… solo sé que, cuando me crucé con su mirada, sentí un cosquilleo en el pecho, uno de esos que no deberían pasarle a un tipo como yo.

No soy de ponerme nervioso. Pero esa vez, sí. Ella se veía distraída, como si tuviera la cabeza en otro mundo, y cuando me miró de vuelta, se me olvidó cómo se hablaba. Así que solo sonreí. Fue instinto. No era una sonrisa de esas que uno practica, fue más como un reflejo… como si quisiera asegurarle que estaba bien, que no tenía por qué sentirse incómoda.

Pero fue raro. Porque al verla sonreír de vuelta, me sentí yo el que estaba incómodo. El corazón me dio un golpe en el pecho —pum— y tuve que rascarme la nuca para disimular.

¿Estás bien?

le pregunté, intentando sonar tranquilo. Y cuando me respondió con esa vocecita nerviosa y una risa chiquita, supe que ya estaba perdido.

No sé qué era, si su forma de mirar, o la calma que me dejó después. Solo sé que cuando se fue, me quedé unos segundos quieto, como un tonto, mirando el aire. Y me descubrí sonriendo solo.

“Knuckle, ¿qué te pasa?”, me pregunté. Nada. No me pasaba nada. Solo… quería volver a verla.