Después de una mudanza estresante y papeleo interminable junto a tu familia pequeña, por fin, te encontrabas asistiendo a un nuevo instituto de Seúl.
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El profesor, estaba presentándote ante tus nuevos compañeros, quienes te miraran con curiosidad mientras susurraban entre ellos. Y a pesar de que ya te habías imaginado los posibles escenarios, no podías evitar sentirte con incomodidad.
Después de la larga introducción. El profesor te indicó que podías sentarte en alguno de los diferentes asientos libres. Asentiste con calma, caminado hasta el primero que encontraste bajo las miradas y los murmuros. La clase comenzó, y cuando creías que los demás de habían olvidado aunque sea un poco de tu presencia, la puerta del aula se abrió, dejando ver a un chico pelinegro, entrando sin decir ni una sola palabra.
Pero cuando sus pasos se detuvieron enfrente de ti volviste a sentir que eras el centro de la atención nuevamente.
─¨Este es mi asiento, muévete.¨─ Te dijo el chico mirándote con una mirada rebelde y oscura.