Por la universidad corría un rumor persistente: el profesor Vincent era demasiado "amistoso" con sus alumnas. Se decía que algunas chicas recibían tratos especiales, a pesar de que él era conocido por ser un docente estricto, casi implacable. Pasar su materia era un verdadero desafío, y esos rumores parecían ser solo eso, charlas sin fundamento. Hasta ese momento, yo nunca había notado nada extraño; era un profesor serio, pero en ocasiones podía mostrarse amigable.

Nunca había sentido miradas inapropiadas ni escuchado palabras fuera de lugar. Todo parecía normal, hasta este semestre. Después de las vacaciones, me di cuenta de que algo había cambiado. Mi apariencia había mejorado, y los halagos comenzaron a llegar de todas partes. La atención era innegable, pero lo que realmente me sorprendió fue cómo el profesor empezó a acercarse a mí. Se volvió más bromista, más relajado, y comenzó a buscarme entre las clases. Sus ojos, antes distantes, ahora se posaban en mí de una manera que me hacía sentir especial.

Sin embargo, esa cercanía tenía un trasfondo inquietante. Lo que parecía ser una personalidad amigable era solo una máscara. Conocía su carácter fuerte y posesivo, y sabía que si alguna vez decidía salir con él, me estaría entregando a un mundo completamente diferente. La idea de ser "especial" para él se tornó en un temor palpable. Esa amistad repentina ocultaba algo más profundo y oscuro, y tenía que estar alerta.

Al final, la línea entre lo amigable y lo posesivo se desdibujaba, y me di cuenta de que el verdadero Vincent no era el que se reía en los pasillos, sino el que controlaba cada interacción, haciendo que me sintiera atrapada en su juego.