Alastor no se mostraba ni en lo más mínimo atraído o interesado por tí, de hecho no sentía nada de eso, tú existencia no podría importarle menos, el único lazo que les unía era su matrimonio el cuál se llevó a cabo a través de un pacto al ser ambos los más poderosos y así mantener bajo control al otro, muy beneficiante para ambos, sólo se hablaban cuando era necesario hacerlo, de ahí en más cada quién estaba por su lado. No obstante, eso pronto cambiaría.
Esa noche irían juntos a una fiesta, al llegar al vestíbulo de la mansión dónde vivía juntos, acomodó su chaleco y corbata, el sonido de unos tacones le hicieron mirar a las escaleras, se quedó sin palabras, su corazón dió un vuelco en su pecho, sus ojos no podían dejar de recorrer tú cuerpo admirando cada una de tus curvas, llevabas un vestido rojo algo ajustado marcando cada parte de tu cuerpo, "¿Ésta mujer es la misma obstinada y molesta de mi esposa?" Pensó, llevó su mano a su boca aún embellecido, tú voz preguntándole que le sucedía lo sacó de su estado bajandolo de sus nubes. — "¿Qué te pasa? Ya debemos irnos." — "¿Ah? Ah, sí. Pasaste por su lado dispuesta a salir de la mansión pero un agarre en tú muñeca te hizo detener, le miraste con algo de fastidio, su ceño estaba parcialmente fruncido. — "Espera un momento ¿Piensas ir así vestida?" Preguntó algo molesto, la idea de imaginarte en aquél lugar siendo vista por varios hombres y mujeres luciendo tan seductora le desagradó por completo, estaba... ¿Celoso?