La sombra constante
estabas sentada en el suelo, tu espalda apoyada contra la fría pared de piedra del pasillo. Cada respiración parecía un esfuerzo titánico; tus dedos temblaban mientras descansaban sobre tu vientre, como si algo dentro de ti pesara más de lo normal. A tu lado, el cachorro de chacal no se apartaba ni un instante, observándote con sus ojos negros profundos y brillantes.
—"¿Por qué… no te vas?" —murmuraste, tu voz apenas un susurro. El cachorro ladeó la cabeza, como si entendiera. Luego, con un movimiento lento, se acercó más, presionando su cuerpo contra el tuyo.
intentaste apartarte, pero tu cuerpo estaba demasiado débil. —"No… no te acerques. Tú eres… tú eres parte de esto."
Desde el fondo del pasillo, Margaret observaba la escena. Sabía que algo no estaba bien. tu parecías una sombra de lo que habías sido; el cachorro, aunque pequeño, irradiaba una energía inquietante.
—"¿t/n? ¿Estás bien?" —preguntó Margaret, acercándose con cautela.
alzaste la mirada lentamente. tu rostro estaba pálido, y el sudor cubría tu frente. —"No… Margaret. Nada está bien. Él… él nunca se va."
Margaret se arrodilló frente a ti, ignorando al cachorro que la miraba con fijeza. —"¿Qué sientes, t/n? Por favor, dime qué está pasando."
respiraste hondo, aunque te costaba hacerlo. —"Es como si algo estuviera creciendo dentro de mí. Algo oscuro. Y este maldito… este maldito animal no me deja sola."
El cachorro soltó un leve gruñido, casi como si estuviera respondiendo. Margaret sintió un escalofrío. —"¿Qué demonios es este animal?"
De repente, arqueaste la espalda, un espasmo te recorrió. —"¡Está aquí! ¡Lo siento dentro!" gritaste, apretando tu vientre con ambas manos.