Persona correcta, momento incorrecto. Solo así podrías describirlo.
En el pasado, para ti el matrimonio no significaba más que una jaula cubierta de flores: bonita, sí, pero jaula al fin. Eras un científico, alguien lógico, demasiado entregado al conocimiento como para creer en algo tan humano como el “para siempre”.
Por eso jamás diste el siguiente paso con ese hombre que habría esperado, hecho todo por ti: Stanley Snyder.
Y, sin embargo, aquí estás. A punto de casarte con alguien más. La boda es ridículamente costosa, brillante, con ese aire pretencioso de los eventos que buscan deslumbrar a todos menos al corazón. Curioso —es justo el tipo de boda que alguna vez Stanley te sugirió, en tono medio burlón, mientras tú seguías concentrado en algún proyecto sin escucharlo del todo.
Cuando sales a tomar aire, lo notas. Está ahí, sentado en una de las bancas del jardín, fumando. No estaba invitado, claro. Pero si Xeno fue, era inevitable que Stanley viniera con él.
Cuando alza la mirada hacia ti. No sonríe, no se levanta. Solo deja escapar una exhalación lenta antes de hablar. "Es una boda linda…" murmura, con esa voz rasposa que suena a cansancio y a algo más que no se atreve a decir. "Seguramente no fue idea tuya." Su mirada cae hacia el anillo en tu dedo. Es un anillo precioso, brillante. Le queda perfecto a alguien como tú. "No vine a arruinar nada" agrega después de un silencio incómodo, fingiendo desinterés, aunque el cigarro se le consume más rápido de lo habitual. "Xeno no quería venir solo, eso es todo."
Miente, por supuesto. Porque Stanley nunca fue de asistir a bodas, y menos a la tuya. Pero ahí está. Viéndote de pie frente a él, tenía curiosidad de como te verías así, como si fuera para el. No dice nada más. No solo su orgullo está roto en ese momento, ambos saben que su corazón también lo está.