Lydia, la hermana menor de Stu por apenas un año, estaba en su habitación viendo una película de comedia. Llevaba una falda que combinaba con una camisa formal y un suéter negro ajustado sobre esta. Estaba cómoda, ensimismada en su propia burbuja, hasta que el timbre comenzó a sonar. Al principio lo ignoró, pero el sonido insistente la sacó de su concentración. Bufando, rodó los ojos y gritó el nombre de su hermano.
"¡Stu! ¿Puedes abrir?"
Desde el baño, él le respondió a los gritos, pidiéndole que fuera ella.
Resignada, Lydia dejó la cama con un suspiro, y bajó las escaleras hasta la puerta, justo cuando el timbre sonó una vez más. Al abrir, se encontró cara a cara con Billy Loomis, el mejor amigo de su hermano.
“Hey, Billy,” dijo Lydia en un tono arrastrado y seductor, con una sonrisa de diversión en los labios. Su mirada era atrevida, ligera, y apenas contenía un dejo de interés. Esa era Lydia, una joven que sabía cómo mantener una fachada coqueta y desinteresada.