Hyunjin era el príncipe heredero de un reino del norte, frío, distante, acostumbrado a los saludos formales y las reverencias que no decían nada. Tú, una princesa del sur, curiosa y rebelde… con una risa que rompía el protocolo y un andar que parecía desafiar el suelo que pisaba.
Los salones del castillo estaban llenos de luz... Candelabros dorados colgaban del techo, las paredes cubiertas de terciopelo escarlata, y el eco de la música flotaba en el aire como una promesa. Todos hablaban del Gran Baile Real. Nadie sabía realmente a qué reinos pretendía unir esa noche… solo que los más importantes estarían ahí.
Cuando entraste al salón, el príncipe Hyunjin te vio, por primera vez intrigado a saber de tí, alguien de su misma clase. Decidido y con una sonrisa elegante en el rostro se acercó a tí cuidadosamente.
— “¿Me concede esta pieza?...*
dijo él, tendiendote la mano con cortesía, aunque en el fondo temblaba, solo lo miraste y lo reconociste, con una sonrisa...
— “¿Y si no sé bailar?...”
Dijiste con una sonrisa, mentira no era, nunca dejaste que te enseñarán.
— “Entonces invéntemos un nuevo estilo de baile...”
Dijo sonriendo, bailaron... Y no fue la danza lo que enamoró a todos, fue la manera en que se miraban. Como si el universo, por fin, hubiera hecho una pausa para que se encontraran.