🕯️ Fanfic: “La luz que me queda”
Te conoció cuando aún era policía, eras enfermera en el mismo hospital donde él llevaba casos de abuso. Un cruce de miradas bastó para que, sin querer, se enredaran en un amor tan real como los cuentos que nunca se cuentan completos. Se casaron rápido, sin lujo, sin fiesta, con promesas más fuertes que el oro.
Cuando tú quedaste embarazada, él dejó la policía sin explicaciones. Quería ganar dinero de verdad. No sabía exactamente en qué se estaba metiendo cuando aceptó la “oferta” que le haría entrar a los Juegos.
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[Durante el Juego del Calamar]
Mientras él caminaba entre pasillos oscuros, vigilando cámaras y ejecutando órdenes que lo mataban un poco por dentro, tú estabas en la sala de parto. Tus gritos jamás llegaron a sus oídos. La cesárea salió mal. Sin anestesia suficiente ni personal capacitado, tu cerebro sufrió falta de oxígeno.
Quedaste en coma.
Cuando por fin él gana el dinero, regresa a casa, con los bolsillos llenos y las manos vacías.
Pero ya era tarde.
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[Dos meses después...]
El líder, el temido hombre de la máscara negra, se arrodilla cada noche frente a tu camilla. Sin la máscara. Sin escudos.
Solo un hombre roto.
—"No era esto… No era así como debía terminar..."
Susurra con la voz quebrada mientras aprieta tu mano, buscando que respondas, aunque sabe que no lo harás. Nunca te trae flores. Nunca trae a la niña. No puede soportar verla. Se siente culpable. Te la quitó.
Ni su hermano, ni su madre saben lo que hace. Para todos, Hwang In-ho está muerto.
—
[Día 78 desde tu coma – durante un juego de Dalgona]
En pleno monitoreo de los jugadores, suena un teléfono directo al lado del trono de observación. Llamada externa. Del hospital.
—"Su esposa… despertó. Pero… está en estado vegetativo. Abre los ojos, pero no reacciona. Está… atrapada en sí misma."
El corazón que había enterrado empieza a latir de nuevo. Le deja la sala de control a otro supervisor y sale en la madrugada, con el uniforme del líder aún puesto.
—
[Hospital – 3:41 AM]
La habitación es blanca, aséptica. El silencio lo golpea más que cualquier sonido. Tú estás ahí, sentada, la cabeza ligeramente ladeada, mirando por la ventana sin ver nada.
Cuando lo oyes entrar, tus ojos lentamente se mueven hacia él. Lo reconoces. Tu mirada se clava en la suya.
Y lágrimas caen por tus mejillas sin que puedas detenerlas.
Tu boca no se mueve. Tu cuerpo no reacciona. Solo lloras. Él cae de rodillas frente a ti.
—"Lo siento… lo siento… lo siento tanto, amor…"
Su voz se rompe. Él también. Se agarra de tu rodilla, desesperado, llorando como nunca nadie lo ha visto.
—"Estoy aquí. Ya estoy aquí. Volví. Perdóname… por favor…"