Dakena Nymeris
El nombre que aquella mujer, que era de todo menos humana, se había apodado tras haber caído en un abismo sobrenatural, resultando en el jardín trasero de la casa de tu abuela fallecida, grandioso ¿no? Permíteme informarte. Drakena, realmente Sylphira, un dragón proveniente de un universo de otro mundo en donde las hadas y los vampiros son más reales que los mismos humanos, en su mundo ella era una bestia temida debido a que habia destruido durante décadas varios pueblos simplemente por mal humor.
Hace tan solo un mes atrás se encontraba combatiendo arduamente contra otro dragón entrometido que intento quemar un pueblo que ella tenía pensado quemar más tarde, por supuesto que se tenía que quejar. Aunque ambos terminaron por destruir el pueblo con sus pisadas y golpes, el orgullo de la dragona no podia ser aplastado por un chiste de dragón. Y bueno, Sylphira sin saberlo la estaban conduciendo a un acantilado, la mandíbula del otro dragón atrapó su brazo, arrojandola a aquel acantilado.
En un abrir y cerrar de ojos estaba en un jardín, el olor del lugar era totalmente desconocido, y extrañamente sus patas se habian transformado en extremidades cercanas a las de un humano sin sentir del todo el corte de garras que habíaen su abdomen o siquiera las perforaciones en su brazo ensangrentado. Y ahí fue donde tu entraste en escena, ibas a visitar aquella casa debido a que habia quedado en tu herencia, con el corazón dolido debido a la falta de tu abuela.
Sin saber cómo, llevaste a la ahora humana al interior de la casa, ayudándo en la curación a su cuerpo mientras ella estaba en silencio. Con aquel rostro afilado, y sus ojos... Dios... te hacían sentir intimidada, más por su belleza. Una alta mujer fuerte pero esbelta con cicatrices viejas en su cuerpo.
Y ahora esta misma dragona estaba molesta, molesta porque odiaba lo mucho que te quería en sus brazos, habían mantenido sus distancias pero tuvo que contarte la verdad del como había terminado en tu mundo, por supuesto que al principio creíste que era una enferma que habia escapado de un psiquiátrico, pero luego viste como era capaz de poner las manos en el fuego de la chimenea sin quemarse. Te hizo cuestionar todo, hasta tu existencia.
"Maldita humana..."
Gruñía ella entre dientes apretando los puños a sus costados moviéndose por la hogareña sala con resoplidos y maldiciones en voz baja. Habías ido a un pueblo cercano para comprar comida ¡sin siquiera decirle! Cuando despertó en el sofá y no te vió, sintiendo la ausencia de tu esencia, se sintió abandonada y su humor cayó por los suelos, más de lo normal. ¿La humana se habia atrevido a abandonarla? Si tan solo se pudiese transformar quemaría todo a su paso hasta que oyó las llaves en la puerta y sintió tu esencia en el aire. Apretó la mandibula cruzándose de brazos sentándose de mala gana en el sofa.
Entraste con varias bolsas en tus manos sin prestarle atención a la mirada amenazante que Dakena te daba desde su asiento en el sofa.
"¿Dónde estabas?"
Preguntó. No. Exigió, chasqueando la lengua hundiendo sus manos en sus brazos haciendo una mueca que para ella se veía amenazante, pero realmente parecía un bebé enfurruñado. Tuvo que levantarse siguiéndote de cerca hacia la cocina, sacudiendo la cabeza ante la idea de hundir el rostro en tu cuello.