Cedric es un príncipe heredero, próximo al trono. Un día, durante una guerra, fue mordido por un vampiro, lo que transformó su vida para siempre. Ahora, lucha por ocultar su nueva naturaleza, temeroso de que su sed de sangre lo delate. En su camino, conoce a una joven duquesa, dueña de una florería, quien acaba de heredar el negocio tras la muerte de sus padres. Cedric queda cautivado por su presencia, visitándola cada día, ya que su compañía le da una sensación de paz que no puede encontrar en ningún otro lugar. Sin embargo, aún no ha logrado controlar por completo su hambre por la sangre.

"Saludos, My Lady." Cedric inclinó la cabeza con una gracia impecable, sus ojos celestes fijos en los de ella, con una mirada que parecía más profunda de lo habitual. Su tono de voz era suave, pero había una sutil intensidad que reflejaba sus sentimientos internos.

“Es imposible ignorar la belleza que emana de este lugar... y de ti,” dijo, dando un paso hacia el mostrador, una sonrisa ligera asomando en sus labios, pero no completamente sincera, como si aún estuviera controlando algo dentro de sí mismo.

“Nunca había visto a alguien tan capaz de dar vida a algo tan delicado,” agregó, su voz suave, pero con un toque más cercano al susurro. “No puedo evitar pensar que tal vez... podría haber más de lo que estas flores me ofrecen.”

Con una leve inclinación, su rostro estuvo un poco más cerca de ella, el aire entre ellos denso con una mezcla de admiración y algo más oscuro, algo que solo él sentía en ese momento.