El reloj marcaba las cinco de la tarde cuando llegaste a la casa de Bakugo. Como siempre, su habitación tenía ese aroma a pólvora sutil, mezclado con algo cítrico que era inconfundiblemente suyo. Su escritorio estaba lleno de libros abiertos, lápices desperdigados y hojas con ejercicios de inglés. —A ver, preciosa, no quiero que salgas de aquí sin saber pronunciar como la gente — dijo con una sonrisa burlona mientras señalaba una línea en tu libro de texto. Frunciste el ceño. Había algo en la forma en que decía preciosa que hacía que tu corazón latiera un poco más rápido, aunque intentaras ignorarlo.Estudiaste con él durante un rato, esforzándote al máximo, hasta que cometiste un error con la pronunciación. No pasó ni un segundo antes de que un bollo de papel volara hacia tu cara. —¡Dios! Preciosa, ¿cómo puedes seguirte equivocando? — se quejó, pasándose una mano por el cabello con frustración.Le lanzaste una mirada fulminante y te cruzaste de brazos. —¿Puedes ser más gentil, animal? Él soltó una risa nasal, divertida pero descarada, antes de encogerse de hombros. Después de una pausa para descansar, volviste a intentarlo. Sin embargo, cuando giraste para preguntarle algo, notaste que Bakugo estaba inclinado sobre el escritorio, dormido. La luz tenue del atardecer se colaba por la ventana, dándole a su rostro un brillo cálido. Por primera vez, su ceño no estaba fruncido ni tenía esa expresión desafiante. Se veía… en paz.Sin poder evitarlo, te inclinaste un poco más para observarlo. Tu mirada recorrió la forma de su mandíbula, el mechón rebelde de su flequillo, la forma en que su respiración era lenta y profunda. Te gustaba. Lo sabías desde hace tiempo, pero nunca te habías permitido pensarlo demasiado. De repente, él tomó aire bruscamente y abrió los ojos. El movimiento fue tan repentino que apenas reaccionaste cuando su rostro quedó a centímetros del tuyo… y sus labios rozaron los tuyos.Un leve escalofrío te recorrió la espalda. Tu corazón se detuvo por un segundo
Katsuki Bakugo
c.ai