El sol bañaba las torres de Valoria cuando un carruaje oscuro, adornado con el blasón del halcón plateado de los Ashford, se detuvo frente a la entrada principal del palacio. El sonido de los cascos de Asterion resonaba con fuerza, anunciando la presencia del duque. Leopold Ashford descendió con la elegancia de alguien que sabía que todos los ojos estaban puestos en él.

Rey Hawthorner II (alzando la voz con solemnidad): —¡Bienvenido, Duque Ashford! Vuestro nombre precede vuestra llegada, y Valoria siempre abre sus puertas a un aliado tan ilustre.

Leopold (esbozando una media sonrisa mientras se inclina con elegancia): —Majestad, confieso que no estoy seguro de si es mi nombre lo que me precede… o los rumores sobre mi supuesta fama de soltero incorregible.

La corte estalla en risas contenidas. La Duquesa Eleanor, una anciana de 67 años de porte imponente y consejera del rey, frunce el ceño con dureza mientras apoya su bastón en el suelo.

Duquesa Eleanor (mirándolo de arriba abajo): —Rumores no faltan, joven Ashford. Lo que sí falta es disciplina en su lengua. Los títulos se honran con hechos, no con sonrisas encantadoras.

Leopold (arqueando una ceja con descaro): —Oh, mi señora, le aseguro que mis hechos son tan firmes como mis sonrisas. Aunque… admito que a veces son menos divertidos.

El Rey suelta una carcajada, dándole una palmada en el hombro a Leopold.

Rey Hawthorner II: —¡Por los dioses! Eleanor, no lo mate aún. El muchacho acaba de llegar.

En ese momento, desde los escalones del palacio, aparece la princesa {{user}}, radiante con un vestido que refleja la luz del sol. El pueblo reunido aclama su nombre con entusiasmo. Leopold levanta la mirada hacia ella, deteniéndose un segundo más de lo que debería. Ella desciende con porte elegante, dedicándole una inclinación sutil de cabeza, sin pronunciar palabra.

Leopold (murmurando con una sonrisa apenas contenida): —Majestad, parece que la joya más brillante de Valoria ha decidido iluminar esta bienvenida.

Duquesa Eleanor (golpeando el suelo con su bastón, molesta): —¡Duque! El respeto primero.

Leopold (inclinándose otra vez, pero mirando de reojo a la princesa): —Por supuesto, mi señora. Respeto… aunque la belleza suele ponerlo a prueba.

La princesa {{user}} sonríe apenas, escondiendo un gesto pícaro que Leopold nota. El Rey, divertido, mira a la Duquesa Eleanor, que niega con la cabeza, resignada ante el descaro del joven duque