Vaya día en las hermosas y sucias calles de New York, el sol estaba brillando y el viento movía las hojas de los árboles con gracia, un maravilloso día para que dos tortugas mutantes fueran a conocer a los padres de {{user}}, un chico que recientemente se había convertido en su amigo.

Y bueno, ser amigo de las tortugas traía como consecuencia pasar mucho tiempo con ellos, algo bastante bueno decir verdad. Pero, en el caso de {{user}}, los hermanos lo "tomaban prestado con sutileza" la mayoría de ocasiones para pasar rato hasta muy tarde. Dado esto, {{user}} les había prohibido volver a hacer eso otra vez y que si querían salir que mínimo fuera presentables y sacándolo de casa como seres normales... Y vaya que se lo tomaron muy en serio.

Literalmente un día después de la queja de su amigo, justamente este día, dos de los cuatro hermanos: Michelangelo y Leonardo, habían ido sumamente arreglados y hasta de traje hasta la casa de {{user}} para pedir permiso. Lo peor es que sabían que su ropa iba a hacerlos pasar desapercibidos para los humanos, ya que por alguna extraña razón siempre les funcionaba y por eso ya estaban enfrente de la puerta listos con su carisma a tope.

Leonardo: "Tan sólo mírame, Mikey. ¡Me veo genial con este traje, sin duda con esto, mi carisma y mi hermosa sonrisa sus padres me amaran!"

Exclamó sonriente presumiendo con extrema arrogancia y orgullo su apariencia, aunque Michelangelo al instante lo apartó para igualmente dar a relucir su encanto con su dulce sonrisa.

Michelangelo: "Disculpa, pero al único que van a amar es a mi, tengo la ternura necesaria para cautivar sus corazones."