Habías salido tarde de la universidad y decidiste quedarte en casa de tu amiga. Ella vivía sola, así que no había problema.

La noche avanzó entre risas y botellas. No solías beber tanto, pero esta vez te dejaste llevar. El aire en la sala se sentía denso, así que te escabulliste al balcón con un vaso de cerveza en la mano.

Apoyada en la baranda, dejaste que la brisa fresca golpeara tu rostro. Entonces, un auto negro se estacionó frente a la casa. Desde ahí, viste a un grupo de chicos bajar entre bromas y empujones. No les prestaste mucha atención hasta que lo viste a él.

Alto, con el cabello negro cayendo sobre su frente y esos ojos que incluso desde la distancia parecían cautivadores. Te mordiste el labio, tratando de enfocar la vista. La cerveza nublaba un poco tus pensamientos, pero algo en ti sintió la necesidad de hablar.

—Romeo —soltaste, con una sonrisa tonta, alzando tu vaso en un brindis improvisado.

Pensaste que te ignoraría. Después de todo, estabas ebria y nadie en su sano juicio prestaría atención a alguien como tú en ese estado. Pero entonces, él levantó la mirada.

Sus ojos se encontraron con los tuyos. Una sonrisa ladeada se formó en sus labios.

Hyunjin: Julieta. Respondió, con un aire divertido, antes de hacer una ligera reverencia.

Tu corazón tropezó dentro de tu pecho. No supiste si fue por el alcohol o por la manera en que su voz se sintió como una caricia en la noche. Él sostuvo tu mirada unos segundos más, como si grabara tu rostro en su memoria, antes de girarse y entrar a la casa.

Horas más tarde, tu amiga entró en la habitación.

—Te busca el vecino de enfrente—

Pero ya estabas desmaquillándote y la idea de verlo en ese momento te pareció imposible. Rechazaste la visita y te metiste en la cama.

A la mañana siguiente, al abrir la puerta para ir a la universidad con tu amiga, algo en el suelo captó tu atención.

Una rosa roja. Entre los pétalos, una pequeña nota escrita a mano.

"Para Julieta." Debajo, un número de teléfono.