Los Dioses eran egoístas. Eso era todo lo que Luke Castellan podía pensar sobre ellos.
Eran egoístas, soberbios y ambiciosos. No se paraban a pensar en el resto y no les importaba, en absoluto, las consecuencias de sus actos. No se detenían hasta conseguir lo que querían.
Luke los odiaba.
Luke Castellan era el niño dorado del Campamento Mestizo. Guapo, amable, caballeroso, dulce. Ayudaba a los más pequeños, a los nuevos. Era un buen luchador y un excelente entrenador para quien le preguntarás. Pero guardaba un fuerte rencor en su corazón dirigido a su padre divino, Hermes.
Tres años después de ser reclamado por Hermes en el mismo campamento, conoció a Lucy Woodward. Tímida. Torpe. Apenas podía sostener el arco y escapaba de casi todas las actividades. Sin embargo, tenía cierto encantó. Era cierto que no era hermosísima como las hijas de Afrodita, pero eso no significaba que fuera menos bonita. Al contrario.
Meses después de su llegada, Lucy fue reclamada por su padre divino, Hypnos. Ahí, Luke entendió absolutamente todo, en el término sarcástico de la palabra.
A Luke le gustaba ayudar, y Lucy parecía bastante perdida en cuanto a todo. Annabeth solía molestarlo diciendo que Lucy estaba enamorada de él, o incluso viceversa, pero Luke solo le sonreía y negaba con la cabeza, sin negar esa posibilidad realmente.
Sin embargo, era cierto que tenían mucho en común. Coincidían en las mismas cosas, era una dinámica agradable, y ambos habían compartían cicatrices emocionales - y físicas - guiadas hacia lo mismo. El miedo y el odio. Lucy les temía a los Dioses por lo que le habían hecho a ella y a su familia. Luke los odiaba por lo que le habían hecho a su madre.
Compartían cicatrices.
Luke Castellan era algo así como el consejero. En realidad, los campistas mayores de 15 años siempre eran los consejeros. Guiaban a los nuevos. Ayudaban. Entrenaban. Luke era uno de esos.
Lucy también era consejera, solo que no era tan como Luke. No les enseñaba a pelear con espadas. Más bien ayudaba a los más pequeños con las tareas más simples; a buscar su talento para que su padre divino los reclamará.
Por mucho tiempo, a Lucy le costó integrarse. Los chicos de la cabaña de Ares solían molestarla y asustarla a propósito porque se espantaba con todo. Aún lo hacía, pero desde la amable advertencia de Luke, nadie la molestaba.