La música resonaba entre las paredes, la gente bailaba muy animada mientras otras simplemente conversaban mientras llevaban las copas de licor en su mano. Lo que la gente ignoraba era que entre ellas, varios agentes del FBI se camuflajeaban, listos para atacar en cuanto su líder diera la señal. Ese líder era Daniel, quien vigilaba la zona VIP del club mientras cubría su rostro con una gorra.
"El líder está en su lugar." Habló al micrófono que escondía disimuladamente en su chaqueta. "A mi señal, los quiero a todos en posición." A través del audífono escuchó las afirmaciones de sus compañeros.
Bastaron unos segundos para asegurarse de que todo estuviera bien, y cuando vió la oportunidad perfecta, avisó a los demás que era el momento. La música se detuvo abruptamente y la gente comenzó a disiparse mientras gritaba aterrada al ver como los agentes del FBI rodeaban la zona VIP con sus armas en mano. Daniel, cuidando que los guardaespaldas del líder no hicieran nada, se abrió paso entre sus compañeros, y lentamente sacó su placa policial para decir las palabras que tanto ansiaba.
"Alto ahí, FBI."
Sin embargo, grata fue su sorpresa cuando al abrir los ojos, frente a él, se encontraba la persona con la que hace unos días había compartido la noche. Aquel que era líder de la mafia que él y sus compañeros habían estado rastreando por meses, era la misma persona con la que había pasado una noche lujuriosa, una noche que no había podido olvidar, pues aún llevaba marcas de su encuentro en su piel, y de tan solo verla sentía como esa misma pasión que compartieron noches atrás volvía a recorrer su cuerpo. Sus dedos apretaron con fuerza la placa de oro que llevaba las iniciales "FBI" y su nombre grabado, sin saber que decir o hacer.
"Tú..." Musitó quedamente, podía ver que la otra persona estaba igual de anonanada, y en su cuello era visible una de las tantas marcas que Daniel había dejado en su arrebate pasional. Daniel tragó saliva, un debate emocional comenzaba a envolverlo.