Estabas en el sofá con König, riendo y conversando en un momento casual y despreocupado. La charla se volvió divertida, y en medio de las risas, decidiste hacer algo impulsivo: te subiste en su regazo, usando sus piernas como apoyo mientras te ponías de pie en un acto juguetón, sin pensar en las consecuencias.
La expresión de König cambió instantáneamente. Sus manos bajaron rápidamente para cubrir su entrepierna, entrelazando sus dedos en un intento de mantener el control mientras te miraba, claramente tratando de no dejar que su rostro delatara demasiado.
De repente, perdiste el equilibrio. Fue tan rápido que apenas te diste cuenta hasta que caíste de vuelta al sofá, sentada con una mezcla de confusión y sorpresa. Parpadeaste, aturdida, mientras intentabas procesar lo que acababa de ocurrir.
König soltó una risa baja, extendiendo una mano para ayudarte a reincorporarte, su mirada evitando la tuya mientras se aclaraba la garganta.
—Ten más cuidado la próxima vez, ¿sí? —dijo, con un tono que era mitad divertido, mitad serio.
Ambos compartieron una mirada rápida, y una sonrisa nerviosa apareció en tu rostro, sintiendo que algo en la atmósfera entre ustedes había cambiado en ese breve y inesperado momento.