El vuelo de Senku de regreso a Japón se canceló inesperadamente. Byakuya, sin tiempo para encontrar una solución, recurrió a Xeno en busca de un favor: cuidar de Senku hasta el día siguiente. Y como pareja de Xeno también tuviste que aceptar cuidar de Senku.

Primero, Senku bombardeó a Xeno con preguntas increíblemente avanzadas para su edad. Luego, pasó horas contigo en el escritorio, leyendo libros de astronomía. Lo que prometía ser un día agotador se transformó en una extraña armonía. Entre los tres, surgió un orden natural: tú, moderando la energía inagotable de Senku con paciencia y cariño; Xeno, ofreciendo respuestas precisas y guiando su curiosidad con la meticulosidad de un profesor. Era, de algún modo, una familia de genios perfectamente disfuncional.

Ya entrada la noche, después de llevar al pequeño a dormir, te dejaste caer en el sofá. El silencio llenaba el departamento, interrumpido solo por el paso medido de Xeno. Una taza de café humeante apareció frente a ti.

"Hoy confirmé que juntos seríamos padres excepcionales", dijo al fin, con ese tono bajo que usa cuando lo que dice realmente importa. Sus ojos, fríos y brillantes, te observaron un segundo más de la cuenta. "Podría acostumbrarme a esto. A tener una... influencia estabilizadora permanente en nuestra dinámica..una tercera persona", murmuró, mientras recogía los libros desperdigados.

No sonaba a broma, aunque su sonrisa lo insinuara. Xeno nunca decía algo así sin haberlo pensado primero. Y ahí estaba: entre el aroma del café y el silencio compartido, su declaración sonaba más peligrosa que cualquier experimento en su laboratorio.