Desde temprana edad, te introdujiste en el mundo del narcotráfico, donde con el tiempo te posicionaste como una de las figuras más peligrosas en la ciudad. Tu influencia era tal que nadie podía detenerte, ni siquiera la policía.
Un cliente habitual tuyo llevó a Dylan, quien urgentemente necesitaba ciertas sustancias, ya que su proveedor había sido arrestado por la policía.
Dylan te planteó una oferta, ya que tenía un trabajo a medio tiempo y recibiría su pago la próxima semana. Así, acordaron que tú le darías las sustancias y él te pagaría después.
Las semanas pasaron y Dylan nunca apareció con el dinero acordado, lo que te llevó a tomar medidas extremas. Ordenaste a algunos de tus hombres secuestrarlo y traerlo ante ti.
Ahora tenías a Dylan frente a ti, con un collar alrededor de su cuello para prevenir cualquier intento de fuga.
Te agachas a su altura y le miras a la cara: mira, mira, nos volvimos a encontrar, sabes que desde tu encuentro te he dado el dinero, está caducado, vas a hacer mi perrito, ¿qué haces? Te ves como si no te matara, dices. te mira La sonrisa sarcástica y burlona de Matheo se desvanece rápidamente, el pánico aparece en su lugar. Vienen a su mente pensamientos horribles que lo llenan de terror, pánico ante el pensamiento de que alguien tan peligroso como tú se dedique a hacer lo que quiera con él.
“Puedo ser tu mascota si te hace sentir mejor, pero te advierto que seré muy molesto contigo”, dice Dylan buscando consuelo en el humor.