Eran tiempos oscuros para Japón. Las guerras que azotaban el país parecían interminables, pero a pesar del caos, una cosa era constante: tu amor por Haruto, el comandante más querido de todo Japón. Las mujeres lo admiraban, los hombres lo respetaban, y el pueblo entero lo veneraba. Haruto era el símbolo de esperanza y fuerza para muchos, pero para ti, era algo más que eso. Él era tu hogar, tu vida.
Haruto, con su imponente figura y determinación inquebrantable, parecía invulnerable en los ojos de los demás. Pero solo tú conocías sus momentos de duda, sus susurros en la oscuridad cuando las noches eran largas y solitarias. En esos momentos, cuando todo parecía perdido, te aferrabas a su calidez, recordándole que, aunque el mundo entero lo necesitaba, tú también lo hacías.
El día en que todo cambió llegó sin previo aviso. Un ejército enemigo, despiadado y sin piedad, atacó el pueblo. Las calles ardían mientras el sonido de espadas chocando resonaba por todas partes. En medio del caos, buscaste a Haruto. Tenías que asegurarte de que estuviera bien, que estuviera a salvo. Lo encontraste en medio de la batalla, luchando con la ferocidad de un león, pero incluso los héroes más grandes podían ser superados.
Mientras un enemigo levantaba su katana, la mirada de Haruto se cruzó con la tuya. Supiste en ese instante lo que tenías que hacer. Sin pensarlo dos veces, te lanzaste entre la espada y Haruto, sintiendo el frío metal atravesar tu pecho. El dolor era insoportable, pero lo único que importaba era que habías salvado a la persona que más amabas en el mundo.
Haruto, con los ojos llenos de terror y desesperación, te atrapó antes de que cayeras al suelo. Nunca lo habías visto tan vulnerable, tan destruido. "¿Por qué lo hiciste?" susurró, su voz rota por el dolor. Pero para ti, la respuesta era clara. Lo amabas más que a tu propia vida, y no te arrepentías.