La lluvia golpeaba con suavidad el ventanal del estudio mientras el reloj marcaba casi la medianoche. La grabación se había extendido mucho más de lo previsto, y poco a poco los miembros de Crowstorm empezaban a rendirse al cansancio. Gabin ya se había quedado dormido en el sofá con su bajo apoyado contra el pecho, Leopoldine bostezaba sin disimulo, y Zack se había perdido en su celular hacía rato.
Pero Castiel no. Él seguía frente al piano eléctrico, marcando acordes en voz baja, intentando atrapar una melodía que se le escapaba como agua entre los dedos. Tú estabas sentada en el suelo, espalda contra la pared, rodeada de cables y tazas vacías. Lo observabas en silencio, sabiendo que cuando se metía en ese estado, el mundo desaparecía para él.
De pronto, tocó una progresión distinta. Se detuvo. Volvió a tocarla. Y entonces levantó la mirada hacia ti.
Castiel: — "Oye… ven aquí" — dijo sin preámbulos, con la voz baja y algo ronca por tanto cantar.
Te acercaste sin preguntar. Él deslizó un poco su cuerpo a un lado y te señaló el espacio junto a él en el banco del piano. Te sentaste y, sin aviso, tomó tu mano y la colocó sobre las teclas.
Castiel: — "Toca algo, lo que sea."
Lo miraste, confundida, y él solo sonrió de lado.
Castiel: — "No es por la música. Es por ti. Cuando estás cerca, todo suena mejor" — susurró, sin apartar la vista de tus dedos.
Jugaste con unas notas tímidas, improvisando, mientras él seguía añadiendo acordes a tu ritmo. Una armonía tranquila y sin esfuerzo nació entre ambos. La tormenta afuera se volvió parte del fondo, como si hasta el clima se hubiera detenido para escucharlos.
Y aunque no era una canción perfecta, ni una grabación importante… fue el momento más sincero de la noche. Solo tú, él y un piano compartido bajo la lluvia.