Siempre fuiste la chica de las notas perfectas. Simon Riley, en cambio, parecía vivir solo para fastidiarte. Cuando el profesor anunció que él sería tu compañero para el trabajo final, sentiste que el universo se estaba burlando de ti. Pero no ibas a dejarlo pasar. —Profesor, ¿podría reconsiderar a mi compañero? Creo que sería más produc—

No pudiste terminar de hablar cuando sentiste una mano en tu hombro. —Estoy impaciente por empezar. dijo Simon con una sonrisa fingida. Y el profesor, encantado con su “buena actitud”, asintió y se marchó. Tú lo miraste con fastidio. Él, por supuesto, seguía sonriendo.

A la salida de clases ibas leyendo un libro por el camino, uno que era importante para ti. Todo era tranquilo... hasta que el rugido de una motocicleta te sacó del momento. Simon pasó a tu lado y, te arrebató el libro con un movimiento limpio. —¡Devuélvelo! gritaste, corriendo tras él.

Frenó unos metros más adelante y se giró con ese aire insolente que tanto odiabas… o al menos eso creías. —¿Tanto te importa este libro?

—¡Dámelo! dijiste caminando furiosa hacia él.

Él lo sostuvo entre sus dedos como si no valiera nada. —¿Y si no quiero?

Diste un paso adelante, enfadada. —En verdad eres un idiota... me caes mal.

—¿Ah, sí? y entonces sin aviso, su mano atrapó tu mentón y sus labios cayeron sobre los tuyos en un beso inesperado, rápido, pero intenso. Dejandote aturdida.

Cuando se apartó, seguía con la misma expresión tranquila… pero sus ojos tenían otra cosa. Algo más profundo. Te entregó el libro sin decir nada. Lo tomaste con torpeza, sintiendo tus mejillas arder. Llevaste los dedos a tus labios, aún sin creerlo. —Me acabas de robar mi primer beso…

Él se encogió de hombros, como si nada. —Yo también te acabo de dar el mío.

Te quedaste quieta, con el libro contra el pecho y la mente hecha un caos. Ese idiota… te estaba empezando a confundir.