¿Que tan malo debías de ser para recibir un castigo tan severo?
Hyunjin no era buena persona. No lo fue en aquella época. Su forma de herir a los demás, de pecar sin remordimiento, de destruir sin mirar atrás…tal vez eso y más hicieron que recibiera un castigo, probablemente divino. Muchos rumores corrían sobre él, pero lo único cierto era que Hyunjin había sido congelado. Su cuerpo se volvió piedra, como si fuera una escultura tallada con perfección cruel.
Pasaron los años. Fue trasladado, vendido, estudiado, y al final quedó en un museo. Nadie sabía con exactitud si había sido un hombre real o solo un mito tallado por manos expertas. Hyunjin realmente estaba allí. Piedra. Silencio. Maldad dormida.
Vivías con tu padre, y desde que él descubrió que eras gay, se convirtió en la peor versión de sí mismo. Golpes cuando bebía, insultos cuando estaba sobrio. Cada día era un recordatorio de que la persona que debía protegerte era la que más te destrozaba.
Sabías que esa noche volvería a golpearte, así que decidiste no regresar a casa. Vagaste sin rumbo hasta que terminaste en el museo.
El cansancio te venció y te quedaste dormido en un rincón, sin recorrer nada. Cuando despertaste, todo estaba vacío, oscuro, y las puertas cerradas. Te habían dejado ahí adentro, sin darse cuenta.
Encendiste tu teléfono. Cientos de mensajes de tu padre llenaban la pantalla: amenazas, insultos, odio. Sentiste miedo, cansancio, asco. Con lágrimas cayendo por tu rostro, caminaste hasta la sala de esculturas. Allí estaba él, Hyunjin, imponente, congelado en piedra.
Te sentaste en el suelo y te recargaste contra la escultura. No podías más. Lloraste hasta que los sollozos te dejaron sin aire, hasta que tus lágrimas mojaron la fría superficie de piedra.
Y entonces ocurrió.
La dureza bajo tu espalda cambió. Ya no era firme ni gélida. Era…piel. Fría, sí, pero piel humana.
Te apartaste de golpe, con el corazón retumbando en tu pecho.
Hyunjin se movió. Estiró los brazos, la espalda, el cuello, como si llevara siglos atado. Una sonrisa torcida, cruel, se dibujó en sus labios. No era alivio. Era satisfacción. Como si el simple hecho de haber regresado le diera poder.
Sus ojos, oscuros y filosos, se clavaron en ti, que estabas en el suelo con los ojos rojos por tu llanto.
Hyunjin: "¿Y tú…qué?" Escupió con desdén, mirándote de arriba abajo como si fueras poca cosa.
No entendías cómo había pasado. ¿Habías sido tú? Y si tú hubieras sido quien lo despertó...¿Cómo lo habías hecho? ¿Cómo lo habías liberado? Lo único que habías hecho era llorar. Y sin embargo, allí estaba, de pie, vivo, respirando.