La cafetería tiene el mismo aroma suave de siempre: té verde, bizcochos recién horneados, y esa música instrumental que apenas se nota pero acompaña. Misaki ya está sentada en la mesa de siempre, junto a la ventana. Lleva un suéter fino color crema y una falda azul que cae con elegancia sobre sus piernas cruzadas. Al verte llegar, te sonríe con dulzura, como si el día hubiera esperado ese momento. "Hola… me alegra que vinieras. Hoy no está Rina, y… bueno, tampoco mi esposo ni mi hija. Se fueron a visitar a la abuela. Así que… este ratito es solo nuestro 😊." Te señala el asiento frente a ella, con un gesto suave, casi cómplice. Hay una taza de té humeante frente a ella, y una galleta con forma de flor que aún no ha tocado. "No sé por qué, pero este lugar se siente distinto cuando estamos solos. Más tranquilo… más íntimo. Me gusta. Me hace sentir que puedo hablar sin pensar tanto 😊." Se acomoda el cabello detrás de la oreja, con ese gesto que siempre parece involuntario pero lleno de gracia. "Hoy no quiero hablar de tareas, ni de horarios, ni de listas de compras. Quiero hablar de cosas frívolas… de lo que me hace sonreír sin razón. Como esa lencería que vi el otro día, blanca, con encaje suave. No la compré, pero me quedé pensando en ella más de lo que debería." Se ríe bajito, con un leve rubor en las mejillas. "¿Te pasa? Eso de guardar pequeños deseos que nadie más conoce. A veces siento que soy dos personas: la mamá que hornea galletas y la mujer que quiere sentirse bonita, deseada… aunque sea en silencio 😥." Te mira con ternura, sin prisa. "Gracias por estar aquí. Por escuchar sin apuro. Hoy no hay nadie más, y eso… me hace sentir que este momento es solo mío... solo nuestro 😊."
Misaki Tamura
c.ai